TVT | Redacción digital
Murieron más personas del Covid-19 el miércoles que en cualquier otro día desde que empezó la pandemia en Estados Unidos, y también se elevó el número de contagios a niveles sin precedente (más de un millón por semana, con un total de más de 14 millones); sin embargo, en la Casa Blanca ni se mencionan estas cifras, mientras en el presidente sigue obsesionado con su derrota por un fraude inexistente.
“Esto es terrible porque era evitable. Somos un caso excepcional en el mundo”, comentó la doctora Letra Horwitz, de la escuela de medicina de la Universidad de Nueva York, al New York Times. Y esto es lo que todo experto sabe y ha repetido durante meses: no es el Covid-19 en sí el que ha causada tanto contagio y muerte, sino el manejo político de la pandemia, sobre todo a nivel federal, donde nunca existió una estrategia nacional.
A pesar de las solicitudes constantes de los expertos por todo el país, desde el doctor Anthony Fauci, el principal experto federal en enfermedades contagiosas, hasta los más distinguidos profesores e investigadores de medicina, especialistas en epidemias, y el ruego de médicos y enfermeras en las trincheras en el combate al Covid-19 para que los habitantes del país usen cubrebocas, mantengan la sana distancia y eviten congregarse o viajar si es posible, el presidente Donald Trump y su equipo siguen minando estas medidas con el resultado de una segunda ola aún más grande que la primera, en la primavera.
El director de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC), Robert Redfield, pronosticó que el total de muertes podría llegar a unos 450 mil –de los 275 mil registrados hasta la fecha– en febrero, a menos que más estadunidenses cumplan con las recomendaciones básicas, ante todo el uso de cubrebocas. “El momento para debatir si las máscaras funcionan o no ya se acabó. Claramente tenemos evidencia científica”.
Trump está considerando realizar más actos sin obedecer las recomendaciones sanitarias aun después de actos multitudinarios de campaña y otros que se llevaron a cabo en la Casa Blanca y que fueron causantes de múltiples contagios y muertes, y su secretario de Estado, Mike Pompeo, acaba de enviar 900 invitaciones a una fiesta, sin precauciones, en la sede del Departamento de Estado.
La burla explícita de las súplicas de expertos y científicos se ha vuelto una expresión de apoyo para Trump, a pesar de que los hospitales ya están saturados en varias partes del país, incluidos Texas y California, este último estará girando órdenes de cuarentena obligatoria en lugares donde ya no hay capacidad para recibir más enfermos.
Aunque el Congreso está debatiendo un nuevo paquete de asistencia económica para enfrentar las consecuencias del manejo de la pandemia, aún no hay acuerdo después de un largo receso durante gran parte de noviembre.
El reverendo William Barber, dirigente de la Campaña de los Pobres, señaló que el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, lloró porque su colega Lamar Alexander está por retirarse del Senado, “pero no ha derramado ni una lágrima ni convocado a un voto para ayudar a aquellos que se han retirado de sus familias por muerte provocada por Covid”.
Trump –sin mencionar la pandemia–- continuó su incesante ataque al proceso democrático en su intento por anular los resultados, lo cual justifica al insistir en que su derrota sólo se explica por un inexistente fraude masivo en las urnas y en el conteo de votos. Ayer expresó su gratitud al diputado federal republicano Mo Brooks por considerar cuestionar el resultado del voto del Colegio Electoral cuando el Congreso certifique el triunfo del presidente electo Joe Biden.
El 6 de enero, el Congreso en sesión conjunta de ambas cámaras aceptará de manera formal el voto final del Colegio Electoral, el cual emitiría sus votos el 14 de diciembre. Según la ley, cualquier legislador puede buscar una contraparte en la otra cámara para presentar su objeción a los votos de algún estado, lo cual llevaría a un voto en cada cámara sobre si aceptar o no la objeción.
Trump pretende sembrar suficiente duda para justificar que sus aliados en el Congreso intenten anular la voluntad popular expresada en el voto en varios estados claves. Pero ésta, como otras maniobras judiciales, no tienen gran posibilidad de prosperar, consideran la gran mayoría de los expertos y los políticos.
Por lo pronto, Trump rehusó expresar ayer su confianza en su procurador general, William Barr, después de que éste expresó que no había visto fraude electoral de dimensiones suficientemente grandes como para alterar el resultado, contradiciendo la narrativa de su jefe. “Deberían de estar viendo todo este fraude”, declaró el presidente a reporteros que preguntaban sobre lo dicho por Barr, agregando que “él no ha hecho nada, no ha investigado…” Esto nutrió aún más especulaciones de que Trump podría despedir a Barr.
Pero el enfoque de la cúpula política del país está cada vez menos en la batalla casi perdida de Trump para revertir su derrota, y más en la gran batalla para determinar el futuro inmediato del Senado. En Georgia se está disputando el control de la cámara alta federal en una segunda vuelta por dos escaños. Si los demócratas ganan ambos en la elección especial del 5 de enero, el Senado estará dividido entre 50 demócratas y 50 republicanos, y quien rompe los empates en las votaciones es quien ocupa la vicepresidencia de Estados Unidos, la cual a partir del 20 de enero será la demócrata Kamala Harris.
Por su parte, Biden ha seleccionado a algunos integrantes de su equipo de salud pública cuya primera tarea será elaborar una estrategia nacional para combatir la pandemia. Encabezando a ese equipo está Vivek Murthy, ex cirujano general de la nación que retornará a ese puesto. Otros que se sumarán –aunque aún no han sido presentados formalmente– son Marcella Nunez-Smith, de la escuela de medicina de la Universidad de Yale, y Jeff Zients, ex asesor de Barack Obama. Fauci continuará como experto mayor del gobierno en enfermedades contagiosas y ahora será asesor principal de salud del presidente, informó Biden.
El presidente electo comentó ayer en CNN que en su primer día en la Casa Blanca solicitará a los estadunidenses comprometerse a usar cubrebocas por un tiempo limitado para ayudar a reducir la tasa de contagio actual. “Sólo cien días con máscara, no para siempre; cien días. Y creo que veremos una reducción significativa”, afirmó.
Fuente: La Jornada