TVT | Redacción digital
El consejo directivo de la agrupación Cáritas de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas instó “a la actuación expedita” de las dependencias de gobierno para que “atiendan y favorezcan la resolución plena y en apego a la justicia del conflicto” entre Aldama y Santa Martha, municipio de Chenalhó y que “tomen las determinaciones apremiantes y necesarias para el desarme de los grupos paramilitares que, envalentonados, operan en esta zona”.
En un comunicado reiteró su llamado “a quienes sufren la violencia y la injusticia, a ser perseverantes en su convicción de justicia y de paz por caminos no-violentos y de reconciliación”.
De igual forma exhortó “a quienes toman las armas con la intención de afectar, meter temor, lastimar e, incluso matar a sus propios hermanos, a que cambien su actitud; a que puedan expresar todo su malestar con palabras y buscando acuerdos; a que sepan que por medio del diálogo verdadero es posible la resolución de todos los problemas, a que no se dejen envenenar su corazón mediante mecanismos que les engañan y rompen todos los valores que sus abuelas y abuelos, fundados en el amor que viene de Dios, les han enseñado”.
Cáritas participaba el 18 de este mes en la caravana que entregaba ayuda humanitaria a desplazados de Aldama, cuando fue atacada con armas de fuego por hombres armados de Santa Martha, lo que ocasionó lesiones en la pierna derecha a la religiosa María Isabel Hernández Rea.
“La situación de sufrimiento provocado por la discordia inducida que padecen los pueblos de esta región, una vez más nos ha hermanado, pues el pasado día 18 fue herida de bala nuestra hermana y compañera agente de pastoral, María Isabel Hernández Rea, hermana Dominica de la Reina del Santo Rosario, mientras conjuntamente con el Fideicomiso por la Salud de Niños Indígenas de México, nos encontrábamos entregando despensas y cobijas a familias sometidas a las intimidaciones de la violencia y la muerte”, añadió.
Manifestó que “como Cáritas de nuestra Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, asumimos el compromiso de vivir el ministerio del amor a través de la organización de la solidaridad hacia las personas que, por condiciones estructurales injustas, por fenómenos naturales y/o por conflictos sociales, se encuentran en situaciones apremiantes y requeridas de apoyo para la subsistencia”.
Recordó que “desde 1986 hasta la fecha, lo hemos hecho sin hacer distinción de religión, raza, género, etnia o filiación política. Nuestro compromiso, no pocas veces se ha visto obstaculizado, incluso por hostigamiento y amenazas; no obstante, gracias al Dios de la Vida, hemos podido desarrollar nuestra labor humanitaria”.
Señaló que “precisamente con este compromiso nos hemos mantenido en contacto directo con familias desplazadas por la violencia en la región mencionada. Conocemos de cerca su sufrimiento y el miedo constante con el que viven, con el que sus hijos están creciendo, muchos de ellos por su edad, sin conocer otra forma de vida que no sea la del hostigamiento y la necesidad de esconderse para no ser alcanzados por las balas; con el que limitadamente realizan sus labores los hombres para trabajar sus tierras sin poder lograr la producción suficiente de alimentos para sus familias, así como también las artesanas y artesanos, quienes por la noche, encerrados en sus casas, elaboran sus textiles con una luz mínima por miedo a ser balaceados”.
Todo lo anterior, dijo, “nos provoca profundo dolor y nos llama a mantener nuestra presencia, intentando llevar no sólo despensas y algo con qué cubrirse provenientes de la solidaridad nacional e internacional, sino, sobre todo, con acompañamiento y esperanza. Como instancia diocesana sabemos que debemos acompañar el dolor de quienes sufren y nos pronunciamos, siguiendo el espíritu de nuestro Sínodo Diocesano, por la reconciliación con la fuerza del amor”.
Fuente: La Jornada