Arabia Saudita, primer exportador mundial de petróleo, intentaba este domingo reparar sus instalaciones petroleras, dañadas la víspera por un ataque con drones, que obligó al reino a reducir su producción de crudo a la mitad.
Los rebeldes hutíes chiitas de Yemen, apoyados por Irán y que enfrentan desde hace cinco años una coalición militar liderada por Riad, reivindicaron estos ataques contra instalaciones del gigante estatal Aramco.
Teherán rechazó las acusaciones del secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo, quien dijo que no hay prueba de que el ataque venga de Yemen y añadió que Washington “trabajará” con sus socios para garantizar el suministro del mercado y “que Irán rinda cuentas de su agresión”.
El portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores iraní, Abas Musavi, aseguró este domingo que esas acusaciones son “insensatas” e “incomprensibles” y solo buscan justificar “futuras acciones” contra Irán.
Irak, de su lado, rechazó todo vínculo con el ataque luego de que el Wall Street Journal afirmó que responsables estadounidenses y sauditas estudiaban la posibilidad de que misiles hayan podido ser lanzados sobre las instalaciones petroleras desde ese país.
El príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán, aseguró que Riad “quiere y puede” responder a esta “agresión terrorista”.